Saturday, September 10, 2005

Café Lumière

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Hou Hsiao-hsien es uno de los más importantes directores que aparecieron en la década de los 80s en Taiwán. Aunque, ciertamente, nació en un pequeño poblado rural de la China contiental. Para muchos, uno de los autores más visionarios del panorama mundial cinematográfico actual y que a la fecha cuenta con alrededor de 20 películas.

La obra de Hou es árida, compleja, absolutamente ajena a cualquier parámetro del cine como entretenimiento. Sus largas tomas, con las que se le asocia permanentemente, lo hacen uno de los directores menos atractivos para la industria, consiguiendo una alarmante escasa distribución mundial, y la chance de verlo se reduce a las posibilidades de los festivales locales y, gracias a Dios, al DVD.

A Hou le gusta experimentar constantemente, aun cuando apele a una serie de constantes iconográficas, temáticas y de estilo. Cada film suyo de los estrenados en la última década apuesta por un régimen de puesta en escena y puesta en serie diferentes. En Flowers of Shanghai, por ejemplo, opta por una narrativa episódica, con una cámara que se mantiene fija durante el registro. En Millenium Mambo, se trata de un film apoyado en la memoria, con largas tomas acompañadas de música que parecen arrancadas de algún sueño. En The Puppet Master se trata de una entrevista a un titiritero real, acompañadas de la dramatización de su vida, y así.

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Café Lumière apuesta también por un registro diferente aunque, me parece, no desentona con la obra general del autor. El film nace como un proyecto de encargo de la compañía Sochiku, uno de los grandes estudios del Japón, que celebraba el centenario del mítico Yazujiro Ozu. Por esta razón CL se encuentra ajena a ciertos contenidos temáticos de la obra anterior de Hou, como sucede con las relaciones entre memoria e historia (que eran la base de filmes como Puppet Master o Good Men, Good Women).

Así, el film toma una serie de elementos iconográficos y temáticos derivados del cine de Ozu: los trenes arribando a la estación, la familia conversando durante una comida, los problemas de la modernidad frente a los valores tradicionales tan caros a los japoneses, las tomas largas, etc. Pero que ahora se encuentran rodeados de las reflexiones y del rigor estilístico del director chino.

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Aunque el filme no tiene una trama, en el sentido de una historia concatenada a partir de acciones, hay una narrativa que el espectador puede interpretar a partir de lo expuesto: Yoko (Hitoto Yo), una joven japonesa que vivía en Taiwán, le cuenta a su familia (madrastra y padre) que se va a convertir en madre soltera, a la par que investiga sobre un músico taiwanés que vivió en el Japón. Mientras pasa esto, aprovecha su tiempo para visitar a Hajime (Asano Tadanobu), un librero que se dedica a grabar los sonidos de la cadena de trenes que se encuentran en Tokyo.

Como en otros filmes del director, estamos frente a una mujer que se encuentra en un momento decisivo de su vida, desafiando a un sistema opresivo por naturaleza, aun cuando la nueva sociedad japonesa le permite potencialmente vivir una vida tranquila como madre soltera. De hecho, Yoko parece llamada a convertirse en una outsider por su renuencia a algunas reglas tradicionales a partir de su rechazo a hacer una familia con el taiwanés (rechazándolo además porque no se encuentra a gusto con la familia grande del sujeto y por el negocio familiar). Asimismo, por realizar pequeños detalles mal vistos por su madrastra, una persona de provincias (donde se resiste más a abandonar las costumbres de las sociedades tradicionales), como sucede cuando Yoko pide sake y vasos de una vecina.

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Estamos en un Tokyo impersonal, donde las viejas tradiciones son solo un recuerdo, una fotografía descolorida (como las que encuentra al entrevistar a una pariente del músico taiwanés), locales famosos que ya nadie recuerda, largos viajes en el tren, etc. Pero también, nos encontramos ante una familia disfuncional, donde las posibilidades de real comunicación se han extravíado, a pesar de que se comparten algunas actividades que en el Japón tradicional servían como procesos de integración familiar, léase la visita al cementerio, las comidas familiares, etc.

Yoko y Hajime mantienen una relación basada en una compañía tácita, pero fiel (recordemos como Hajime la acompaña mientras duerme); compartiendo los datos de la investigación, haciéndose regalos sin mayor efusividad, mostrando las cosa que hacen (como los gráficos que Hajime le muestra a Yoko), en suma, compartiendo su soledad.

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Al igual que este film es una suerte de espejo de un film de Ozu, la cinta de Hou se dedica a crear mundos que se reflejan unos a otros: el padre de Yoko se encierra en su mutismo, mientras que la madrastra se frustra por no tener la autoridad paternal para encaminar a su hijastra; Hajime crea un gráfico en la que él se dibuja al centro como un feto cubierto por una matriz formada de vagones, mientras que la ciudad se encuentra rodeada de vías ferreas; Hajime, una japonesa que escapa del clima mercantilista de Taiwán (simbolizado por la familia industrial), investiga la vida de un músico taiwanés que disfruta los valores tradicionales de Japón; en la estación del tren (un lugar público) Hajime y Yoko se encuentran más cerca de lo que ella se encuentra con su familia al interior del hogar (lugar privado).

Café Lumière es, a fin de cuentas, una espiral del mundo, un espacio cíclico en que las cosas parecen que se repiten una vez sobre otra. Es una reflexión sobre un tiempo casi cíclico que a manera de una espiral repite la misma historia, pero alterando los elementos, es la misma figura repetida en cantidad, pero que al mismo tiempo tiene un inherente cambio cualitativo. Es como la metáfora misma del nombre, que alude a los Lumière, aquellos franceses pioneros que filmaban con la cámara fija y que filmaban a las personas salir y entrar a los trenes.

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