Joven estrella del mainstream clásico internacional, el venezolano Gustavo Dudamel estrenó en La Scala hace un par de años una de las óperas más tradicionales y representadas de Mozart, Don Giovanni o la . El resultado es, siendo muy optimista, irregular.
La idea de convertir un drama giocoso en un drama, oscureciendo algunas arias tradicionalmente divertidas como "Madamina, il catalogo é questo" o "Batti, batti, o bel Masseto" o el sexteto "Sola, Sola in buoio loco", no hacen si no empobrecer la obra, reducirla a un solo tono, que además tiene un tufillo misántropo (¿alguien merece compasión en esta puesta en escena?).
Un estupendo Leporello
Así, la puesta de Peter Mussbach deja cierto sinsabor. Ciertamente, funciona muy bien partir el escenario en dos grandes muros, así como convertir a los campesinos en un grupo de bailarines, que subrayan o enriquecen algunas arias y la puesta en escena en general. Pero, vestir a los cantantes en una especie de ropa discotequera no funciona. En especial, en el caso del Don Giovanni de Alvarez, que más parece salido de algún bar de amantes de la Harley Davison.
La aproximación musical de Dudamel es irrelevante, sosa y sin mayores aportes a una larga tradición interpretativa. Sobre todo, si se le compara -algo injustamente, probablemente- con las versiones de directores más experimentados e informados, como Gardiner o Jacobs.
La mejor parte se la lleva Ildebrando D'Arcangelo como Leporello. Este estupendo cantante encara su papel con una envidiable seguridad y aplomo, jugando con las frases musicales con bastante buen gusto e ingenio. Asimismo, Verónica Cangemi interpreta muy bien a Zerlina, aun cuando la dirección escénica la obliga a hacer ridiculeces como tirarse encima de Masseto, quien precisamente está estupendamente bien interpretado por el bajo italiano Alex Esposito.
Menos entusiasmo, me producen Carlos Álvarez y Monica Bacelli como unos poco inspirados Don Giovanni y Donna Elvira (ataviada como una revejida vamp). Aunque no están fuera de papel, su interpretación me parece demasiado tradicional. La parte más floja se la lleva el dúo Don Ottavio y Donna Anna, interpretados por un descajado Francesco Meli y una Carmela Remigio, que simplemente no puede con el rol. Sus coloraturas son demasiado forzadas y en el peor de los casos no alcanzan las notas necesarias.
En suma, un Don Giovanni producto de la inmadurez, la creatividad malentendida, que solamente se sostiene por algunos elementos fuertes y una de las mejores partituras del autor.
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