Tengo sentimientos encontrados The Departed, la más reciente película de Scorsese. Por un lado, creo que es su mejor película desde "GoodFellas" y, sin embargo, creo que está lejos de su ya mítica obra de los años setentas.
Como todo remake, la película le debe demasiado al original, en este caso, la primera parte de la trilogía hongkonesa "Inffernal Affairs". El plot es básicamente el mismo, salvo un par de detalles que la hacen una producción plenamente americana (aunque IA es una película que mira hacia América, tal como lo señala en su blog David Bordwell): la historia de amor y la moraleja.
David Cook señala en uno de sus libros que el cine americano suele individualizar los grandes problemas sociales de acuerdo a visión del mundo. Una de las estrategias que utiliza es colocar una historia de amor sentimental en medio de la trama. En IA existía una velada historia de amor que servía para darle mayor identidad y peso emocional al personaje de Tony Leung Chiu-Wai (uno de los grandes actores del cine actual). En TD la historia de amor sirve para premiar y castigar a los personajes. Al Billy de DiCaprio se le da un premio a su buena labor policial: el sexo pasional puro a través de la única escena de sexo explícita de toda la película. (Hay otra que sí es muy buena en la que Nicholson/Costello se encuentra en la ópera con un par de diabólicas féminas, aunque no es explícita). Mientras que al personaje de Damon se le niega eso (recordemos escenas que hablan de su insatisfacción sexual), es más, al final se le niega la paternidad, el camino a la trascendencia humana según el paradigma machista que parece dirigir toda la película, y que resulta el éxito del personaje de Di Caprio.
Pero la más grande diferencia entre ambas cintas es el resultado final. En el cine asiático (sigo aqui también los comentarios de Bordwell), los héroes tienden al sacrificio y no al éxito. O más bien el éxito consiste en sacrificarse por un objetivo mayor a ellos. En el cine americano (salvo en el melodrama del clásico), el happy ending es casi un must. En TD está claramente asegurado con el castigo total al personaje de Damon, a través de este personaje que representa el límite entre el hombre outlaw y el hombre de bien, es decir, el Duigan que interpreta brillantemente Mark Whalberg. Es sintomático que el personaje en el estado intermedio entre bondad y maldad sea el que pone el necesario balance al mundo americano, castigando finalmente al culpable por todos sus pecados. Recordemos que la moral del cine americano siempre teme a los personajes que se encuentran en los extremos.
Y con todo esto, lo más débil de la cinta es un vano intento de Scorsese: hacer más realista una historia policial que no fue concebida como tal desde el principio. En IA la imagen apoyada en la fotografía de Chris Doyle estaba en una clave casi surreal que la hacían existir plenamente como una ficción casi absoluta (escenarios plagados de nubes, diseños hi tech, etc.). En TD, la localización bostoniana pone en entredicho la credibilidad del filme, hace evidente las moralejas y las suturas del guión. Pero sobre todo, caricaturiza algunos personajes, siendo el peor de todos el Costello que hace Nicholson.
Está más que claro que las muecas de Nicholson son pésimas para cualquier película que quiera pasar por realista. En realidad, las muecas tal como están en TD porque en "About Schmidt" o en "As Good as it Gets", Nicholson estaba soberbio, sin exagerar la mirada o sobreactuar como un payaso.
Aún así, TD no es una mala película. Tiene un ritmo bien administrado a pesar de sus arrebatos en el tiempo y su multiplicidad de personajes. Además, tiene unos momentos que regresan al mejor Scorsese (la ya mencionada secuencia en la ópera, algunos diálogos de Di Caprio, la mayoría de intervenciones de Mark Whalberg, etc.).
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