Tuesday, June 28, 2005
Las damas del bosque de Boulogne
Con sólo 13 filmes en toda su carrera, Robert Bresson se ha convertido en uno de los directores más importantes del cine europeo. Su estilo austero, basado en la ausencia de grandes movimientos de cámara, la parquedad de los actores, el uso controlado del sonido, etc.; así como su tendencia al minimalismo (creación a partir de estructuras recurrentes como en Lancelot del lago), ha servido de inspiración a más de un director.
Nacido a principios del siglo XX (1901), Bresson intentó convertirse en pintor para luego volcarse completamente al cine. Su famoso "estilo trascendental" (como lo llamó Paul Schrader) no apareció inmediatamente, sino que fue parte de una búsqueda emocional y artística, en la que el autor pudo volcar no sólo sus ideas sobre lo que debería ser el cine, sino también su jansenismo (presente en el argumento de varias de sus películas), sus ideas sobre la composición visual y su experiencia personal como prisionero de guerra.
"Las damas..." es su segundo largometraje, tras "Les Affaires publique", una comedia cuyas copias han desaparecido. La historia está basada en un cuento del escritor de la Ilustración francesa Denis Diderot, y fue co-escrita por el mismo Bresson y el gran Jean Cocteau. Precisamente, el resultado final tiene un poco de ambos. Por un lado, están el manejo elegante del encuadre, una que otra referencia pictórica, la contención de las emociones, pese a tratarse de un melodrama; mientras que la influencia de Cocteau se puede encontrar en unos diálogos singulares, a veces perspicaces, otras tanto contradictorias, etc., así como en la presencia de Maria Casares, la estupenda actriz que años más tarde reencontraremos junto a Cocteau en "Orfeo" y en "El testamento de Orfeo."
La historia es muy típica del estilo de Diderot, y tal como Jacques le fataliste, se trata de una historia de amantes engañados. Hélène (Maria Casares), es una mujer de alta sociedad que acaba de terminar una relación aburrida con su novio Jean (Paul Bernard), sólo para darse cuenta que su orgullo ha sido herido, por lo que decide armar una trampa para su ex pareja. Así, busca a unas antiguas amigas suyas, una madre (Lucienne Bogaert) y su hija (Elina Labourdette) que lo han perdido todo y que ahora viven del trabajo de "copetinera" de la hija. Las saca de ese ambiente y se las presenta a Jean, consciente que él se sentirá atraído hacia la chica. Una vez comprometido con la joven, Jean se convertirá en el hazmerreír de la sociedad francesa.
La cinta está contada en un tono más bien elegante, con ciertos toques de melodrama, pero sin caer en excesos, aunque ciertamente, hay un intento por hacer algo sofisticado, lo que podemos notar en elementos de la puesta en escena como los trajes de las actrices, el comportamiento, las deliciosas escenas de baile, etc. Ni qué decir de las performances de los actores, que están a medio camino entre la contención absoluta de los filmes posteriores de Bresson y la típica actitud del actor de la época.
Asimismo, el director se las ingenia para realizar varias tomas que se acercan al tableau vivant, pero sin el efecto kitsch. Al contrario, sus tomas más rígidas tienden a contribuir con el dramatismo de la pieza. La narrativa del filme es también trabajada a partir de la contención, la eliminación de cualquier proceso de identificación entre público y actores. Eso puede decir mucho de por qué del fracaso comercial y crítico en la Francia de la época, y por qué esta cinta suele considerarse como una obra menor dentro de la filmografía de Bresson.
Pero, no nos engañemos. Esta película es realmente magnífica. Una pequeña pieza de precisión narrativa, de preparación para una de las escenas finales más brillantes del cine, donde se muestra una de las escenas más puras y transparentes que haya visto jamás. Son esos descubrimientos que el mismo director trabajará con todavía mayor intensidad en los siguientes años.
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